lunes, 17 de diciembre de 2012

Enfermedad Inflamatoria Pélvica (EIP)


La enfermedad inflamatoria pélvica, es una alteración de origen infeccioso e inflamatorio que afecta al tracto genital superior, entre los que se incluyen, útero, trompas y estructuras pélvicas adyacentes. La infección se puede extender a otros órganos de la cavidad abdominal, pudiendo llegar a afectar al hígado u a órganos vecinos, generando infecciones del tejido que rodean al mismo hígado y bazo.

La importancia del cuadro se debe a las complicaciones y secuelas que produce a largo plazo. La enfermedad inflamatoria pélvica (EIP), está directamente asociada con infertilidad por oclusión tubárica, existe más riesgo de embarazos extrauterinos, dispareunia (dolor con el coito) y dolor  pélvico crónico de difícil manejo.

Con respecto a los factores epidemiológicos se ha asociado la enfermedad inflamatoria pélvica (EIP) a mujeres  jóvenes, con múltiples parejas sexuales que no usan de forma regular anticonceptivos de barrera. Se ha descrito mayor incidencia de EIP en aquellas mujeres portadoras de DIU.

Así mismo, resulta de vital importancia que en aquellas mujeres con antecedentes conocidos de enfermedad inflamatoria pélvica, se realice profilaxis antibiótica, previa a la realización de algunas pruebas invasivas sobre el tracto genital inferior. Un ejemplo sería la histerosalpingografía, la cual se realiza en la zona descrita.

El origen se debe a infecciones ascendentes de vagina y cérvix, siendo la Chlamydia thrachomatis junto con la Neisseriagonorrheae, los gérmenes más frecuentemente implicados. Sin embargo en casi la mitad de los casos se consigue aislar más de un patógeno.

La clínica de la EIP es muy variada. La presentación más habitual es dolor abdominal en la zona baja del abdomen, difuso, con escalofríos y dolor con la penetración. Con frecuencia el dolor abdominal resulta mucho más inespecífico, pudiendo simular otros muchos cuadros no ginecológicos. La afectación hepática se puede acompañar de nauseas y vómitos lo que hace, lamentablemente bastante frecuente, el diagnóstico tardío de la enfermedad. Otros síntomas que pueden acompañar a la EIP es fiebre en picos, flujo vaginal purulento y mal oliente, dolor a la exploración en las zonas de influencia ovárica, y el ya mencionado dolor intenso con el coito.

El diagnóstico es fundamentalmente clínico, siendo la sospecha de enfermedad motivo suficiente para iniciar un tratamiento antibiótico. Especialmente en mujeres de alto riesgo (enfermedad inflamatoria pélvica previa, riesgo de enfermedad de transmisión sexual, portadora de DIU...) Al ser los síntomas tan inespecíficos, hacen que el diagnóstico sea tardío y fruto de descartar otras patologías: como endometriosis, apendicitis, infecciones urinarias o la presencia de quistes ováricos. El diagnóstico de infección por chlamydia o gonococo, ayuda en el diagnóstico, pero el no encontrar las bacterias en los diferentes cultivos, no excluye la infección.

Con respecto al tratamiento, es necesario el uso de antibióticos potentes y durante largo tiempo, ante la mera sospecha de la enfermedad. En casos de afectación tubárica, o ante la presencia de abcesos pélvicos podría estar indicada la cirugía, que se práctica tras un periodo de “enfriamiento”, es decir cuando la infección aguda está controlada. Éstas cirugías, que se realizan habitualmente mediante laparoscopia, además de eliminar posibles focos de infección y tejidos dañados, tiene una misión diagnóstica mediante la toma de cultivos en el mismo centro de la infección, pudiendo focalizar nuestros esfuerzos en el tratamiento, basándonos en el uso de fármacos con efecto dirigido contra esos microorganismos, evitando la aparición de resistencias. 

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